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Saturday, May 06, 2006

Los padres deben ayudar a sus hijos para defenderse del matoneo en el colegio :: Pymecitos.Net - Tu Nueva Comunidad Laboral :: +Mobbing = - Productividad

(tomado de el tiempo)

Los padres deben ayudar a sus hijos para defenderse del matoneo en el colegioEnviado por: un_Pymecito el Miércoles, 24 de Noviembre de 2004 ColombiaEnrique Patiño & Marisol Ortega (Redactores) / El TiempoPor ser buena gente o muy callados algunos niños son víctimas de sus compañeros que los molestan, les hacen bromas o en ocasiones ‘se pasan’.Esta forma de maltrato escolar se manifiesta en esas actitudes tiránicas de los estudiantes contra un compañero.En una sociedad en la que prima la ley del más fuerte, muchos la padecen en las aulas.Para sus papás son problemas inofensivos. Es más, creen tener la solución perfecta: "Eso se arregla dándole un puño", dicen.Pero para Andrés, de 9 años, estudiante de cuarto grado, esa no es una solución digna para su tormento como víctima del matoneo o maltrato escolar al que lo somete un compañero de clase: "¿Y si de pronto se desquita y me pega más?", se pregunta.Tiene razones para tener miedo. "Me empujan, me dicen 'gafufo', me dicen 'patas de gallina' porque tengo las piernas delgadas, me dicen 'lupa' porque cuando hay sol brillan las gafas y dicen que voy quemando el papel. Me duele mucho que me hagan eso. A veces me siento inferior, con pobre autoestima. Incluso una vez lloré y fue peor: me dijeron 'nena'". El matoneo escolar, llamado en inglés bullying, se refiere a las actitudes tiránicas eintimidatorias de uno o más alumnos contra un estudiante, y es un fenómeno común pero poco comentado entre los padres, que no suelen darle importancia real por pensar que se trata de cosas de niños.Lo que la mayoría no sabe, y que el pedagogo social alemán Frank Schallenberg recalca en su libro Te ha tocado, mobbing entre alumnos (Ed. Vergara) es que el daño que les ocasiona a los menores cuando se convierten en adultos es gigantesco.El niño que lo sufre vive grandes periodos de angustia, desamparo y terror. Suele estar solo porque casi nadie le ayuda ni en su casa le creen. Se desconcentra, tiene dolores de cabeza o malestares estomacales y es inseguro. En el caso del agresor, es una persona que no se adapta al mundo, y pierde la capacidad de desarrollarse social y emocionalmente de otra forma que no sea la violenta, dice Schallenberg.Además, trae perturbaciones del desarrollo y perjuicios en la salud. Sus efectos no son siempre inmediatos, sino a largo plazo. La psicóloga Sandra Díaz ahonda en esas causas: "Las consecuencias para los niños víctimas son terribles en lo emocional, se sienten solos, excluidos, incomprendidos, se generan inseguridades y angustias. Eso redunda en comportamientos que pueden parecer extraños; niños que se vuelven agresivos o apáticos, silenciosos y tristes".El matoneo no siempre se trata de golpes o insultos. "Toma diferentes formas de acuerdo con la cultura escolar. En unos grupos sociales envuelve agresión física, en otros no se da así, pero sí verbal y no verbalmente a través de la exclusión. Los hombres tienden a ser más físicos y las mujeres acuden a lo implícito: gestos, miradas, arman chismes, crean grupos que excluyen, critican a otros, se burlan de manera sutil", agrega.La figura física, la raza, las tendencias sexuales, la conducta y la manera de vestir son motivo de rechazo o burla. "Incluso las marcas de ropa que usan dan pie para el maltrato -dice la psicóloga de familia Eloísa Infante-. Igual, no hay excusa para que un niño sea humillado en su escuela"."Hay niños que se burlan de las niñas, les dicen bromas pesadas, les esconden las cosas, les ponen un bicho en la maleta a las personas y hasta plata que se roban se las meten en la maleta a otros. Lo hacen por lucirse, por sobresalir y porque son envidiosos", explica Andrés.La experiencia de ser víctima del matoneo despierta odio contra sí mismo. Los colegios de Estados Unidos que han vivido masacres protagonizadas por menores que disparan han comprobado que los agresores habían sido maltratados por sus compañeros con altísima frecuencia, eran callados y se vengaron al llegar a un punto en que no soportaban más. Pero más allá de ese extremo, está la cotidianidad.Natalia, de 9 años, estudiante de cuarto grado, vive la agresión en casa. "Mi hermano me dice bruta, imbécil -remata la niña-. También a mis amigos les dice lo mismo cuando vienen a hacer trabajos. A veces le digo que no lo haga, pero otras no aguanto y lloro. Cuando me trata así me siento triste y me he vuelto callada y tímida. Uno no necesita ser mandón para sobresalir; sobresale estudiando, siendo buena persona. Los papás deben hablar con ellos y, si siguen, castigarlos, pero no con violencia, porque eso es una cadena".Infante explica que "el acoso se da cuando hay una diferencia con un compañero y el agresor se burla de él para demostrar poder frente al grupo. Ahí sucede una especie de función teatral, en la que los compañeros de clase no prestan ayuda a la víctima para no ser señalados también, y en la que el agresor se libera de sus frustraciones humillando a un alumno para sentirse fuerte".La recomendación más común de los padres es que sus hijos golpeen a los agresores. Aunque la solución puede ser efectiva porque los agresores entienden que el agredido no es débil, no siempre es la solución ideal. El mismo Andrés asegura: "Mis papás me dicen que le pegue al niño que me pega, que no me deje.No estoy de acuerdo porque no voy a ganar nada con hacerle lo mismo, con eso no gano que me respete. Por tener rencor no voy a pegarles a los otros, eso no se soluciona así".Consejos para padres· El primer consejo es ignorar a los agresores. Pero sucede que la presión del grupo es fuerte, y crece con el tiempo. Como el fenómeno sucede en etapas de adolescencia y preadolescencia en la que la autoestima es vulnerable, los padres deben reforzar la autoestima del menor: que no sea débil ni aparente debilidad.· Si la situación se repite, acuda al psicólogo del colegio para que intervenga. Igual, hable con directivas y profesores. Puede ocurrir que los compañeros se enteren y tilden al niño de 'sapo' para agredirlo de nuevo. Así que hágalo con tacto y sin poner a su hijo en la mira.· Hable con él siempre. Analice si cambia de estado de ánimo, si no tiene amigos en el colegio, si bajan las calificaciones o si llega a casa con lesiones. Si después de un tiempo no le cuenta nada, ojo: puede tener miedo a ponerse en evidencia sobre una situación de burla de sus compañeros que le avergüenza.· Siempre ayude a su hijo. Hoy en día, los menores desarrollan actitudes de pandilla. Si lo considera, vaya donde los padres del agresor, expóngales el caso y pídales ayuda. Sin agresiones. No es su pelea. Debe ayudar a solucionar la vida de su hijo, no solucionarla usted mismo.· Explíquele al agredido qué sucede. Si le dicen 'cuatro ojos' por usar gafas, enséñele a convivir con sus lentes y a sacarle ventaja a la situación. Si una niña no tiene el busto excesivo de moda, dígale que es irrelevante y que tiene otras virtudes.· No está bien que los padres aconsejen pegar, aunque muchas veces la fuerza bruta detiene a los agresores y el afectado gana respeto al perder el estigma de debilidad. El problema es que si la única recomendación de un adulto es pegar, no le está enseñando al niño salidas distintas a la agresión.Fuente: Eloísa Infante, psicóloga de familia.Publicado originalmente en www.eltiempo.com

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(articulo tomado de el tiempo)

Noviembre 20 de 2004Los padres deben ayudar a sus hijos para defenderse del matoneo en el colegioEsta forma de maltrato escolar se manifiesta en esas actitudes tiránicas de los estudiantes contra un compañero.En una sociedad en la que prima la ley del más fuerte, muchos la padecen en las aulas.Para sus papás son problemas inofensivos. Es más, creen tener la solución perfecta: "Eso se arregla dándole un puño", dicen.Pero para Andrés, de 9 años, estudiante de cuarto grado, esa no es una solución digna para su tormento como víctima del matoneo o maltrato escolar al que lo somete un compañero de clase: "¿Y si de pronto se desquita y me pega más?", se pregunta.Tiene razones para tener miedo. "Me empujan, me dicen 'gafufo', me dicen 'patas de gallina' porque tengo las piernas delgadas, me dicen 'lupa' porque cuando hay sol brillan las gafas y dicen que voy quemando el papel. Me duele mucho que me hagan eso. A veces me siento inferior, con pobre autoestima. Incluso una vez lloré y fue peor: me dijeron 'nena'".El matoneo escolar, llamado en inglés bullying, se refiere a las actitudes tiránicas e intimidatorias de uno o más alumnos contra un estudiante, y es un fenómeno común pero poco comentado entre los padres, que no suelen darle importancia real por pensar que se trata de cosas de niños.Lo que la mayoría no sabe, y que el pedagogo social alemán Frank Schallenberg recalca en su libro Te ha tocado, mobbing entre alumnos (Ed. Vergara) es que el daño que les ocasiona a los menores cuando se convierten en adultos es gigantesco.El niño que lo sufre vive grandes periodos de angustia, desamparo y terror. Suele estar solo porque casi nadie le ayuda ni en su casa le creen. Se desconcentra, tiene dolores de cabeza o malestares estomacales y es inseguro. En el caso del agresor, es una persona que no se adapta al mundo, y pierde la capacidad de desarrollarse social y emocionalmente de otra forma que no sea la violenta, dice Schallenberg.Además, trae perturbaciones del desarrollo y perjuicios en la salud. Sus efectos no son siempre inmediatos, sino a largo plazo. La psicóloga Sandra Díaz ahonda en esas causas: "Las consecuencias para los niños víctimas son terribles en lo emocional, se sienten solos, excluidos, incomprendidos, se generan inseguridades y angustias. Eso redunda en comportamientos que pueden parecer extraños; niños que se vuelven agresivos o apáticos, silenciosos y tristes".El matoneo no siempre se trata de golpes o insultos. "Toma diferentes formas de acuerdo con la cultura escolar. En unos grupos sociales envuelve agresión física, en otros no se da así, pero sí verbal y no verbalmente a través de la exclusión. Los hombres tienden a ser más físicos y las mujeres acuden a lo implícito: gestos, miradas, arman chismes, crean grupos que excluyen, critican a otros, se burlan de manera sutil", agrega.La figura física, la raza, las tendencias sexuales, la conducta y la manera de vestir son motivo de rechazo o burla. "Incluso las marcas de ropa que usan dan pie para el maltrato -dice la psicóloga de familia Eloísa Infante-. Igual, no hay excusa para que un niño sea humillado en su escuela"."Hay niños que se burlan de las niñas, les dicen bromas pesadas, les esconden las cosas, les ponen un bicho en la maleta a las personas y hasta plata que se roban se las meten en la maleta a otros. Lo hacen por lucirse, por sobresalir y porque son envidiosos", explica Andrés.La experiencia de ser víctima del matoneo despierta odio contra sí mismo. Los colegios de Estados Unidos que han vivido masacres protagonizadas por menores que disparan han comprobado que los agresores habían sido maltratados por sus compañeros con altísima frecuencia, eran callados y se vengaron al llegar a un punto en que no soportaban más. Pero más allá de ese extremo, está la cotidianidad.Natalia, de 9 años, estudiante de cuarto grado, vive la agresión en casa. "Mi hermano me dice bruta, imbécil -remata la niña-. También a mis amigos les dice lo mismo cuando vienen a hacer trabajos. A veces le digo que no lo haga, pero otras no aguanto y lloro. Cuando me trata así me siento triste y me he vuelto callada y tímida. Uno no necesita ser mandón para sobresalir; sobresale estudiando, siendo buena persona. Los papás deben hablar con ellos y, si siguen, castigarlos, pero no con violencia, porque eso es una cadena".Infante explica que "el acoso se da cuando hay una diferencia con un compañero y el agresor se burla de él para demostrar poder frente al grupo. Ahí sucede una especie de función teatral, en la que los compañeros de clase no prestan ayuda a la víctima para no ser señalados también, y en la que el agresor se libera de sus frustraciones humillando a un alumno para sentirse fuerte".La recomendación más común de los padres es que sus hijos golpeen a los agresores. Aunque la solución puede ser efectiva porque los agresores entienden que el agredido no es débil, no siempre es la solución ideal. El mismo Andrés asegura: "Mis papás me dicen que le pegue al niño que me pega, que no me deje. No estoy de acuerdo porque no voy a ganar nada con hacerle lo mismo, con eso no gano que me respete. Por tener rencor no voy a pegarles a los otros, eso no se soluciona así".Consejos para padres * El primer consejo es ignorar a los agresores. Pero sucede que la presión del grupo es fuerte, y crece con el tiempo. Como el fenómeno sucede en etapas de adolescencia y preadolescencia en la que la autoestima es vulnerable, los padres deben reforzar la autoestima del menor: que no sea débil ni aparente debilidad. * Si la situación se repite, acuda al psicólogo del colegio para que intervenga. Igual, hable con directivas y profesores. Puede ocurrir que los compañeros se enteren y tilden al niño de 'sapo' para agredirlo de nuevo. Así que hágalo con tacto y sin poner a su hijo en la mira. * Hable con él siempre. Analice si cambia de estado de ánimo, si no tiene amigos en el colegio, si bajan las calificaciones o si llega a casa con lesiones. Si después de un tiempo no le cuenta nada, ojo: puede tener miedo a ponerse en evidencia sobre una situación de burla de sus compañeros que le avergüenza. * Siempre ayude a su hijo. Hoy en día, los menores desarrollan actitudes de pandilla. Si lo considera, vaya donde los padres del agresor, expóngales el caso y pídales ayuda. Sin agresiones. No es su pelea. Debe ayudar a solucionar la vida de su hijo, no solucionarla usted mismo. * Explíquele al agredido qué sucede. Si le dicen 'cuatro ojos' por usar gafas, enséñele a convivir con sus lentes y a sacarle ventaja a la situación. Si una niña no tiene el busto excesivo de moda, dígale que es irrelevante y que tiene otras virtudes. * No está bien que los padres aconsejen pegar, aunque muchas veces la fuerza bruta detiene a los agresores y el afectado gana respeto al perder el estigma de debilidad. El problema es que si la única recomendación de un adulto es pegar, no le está enseñando al niño salidas distintas a la agresión. Fuente: Eloísa Infante, psicóloga de familia.ENRIQUE PATIÑOMARISOL ORTEGARedactores de EL TIEMPO

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Friday, March 03, 2006

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